domingo, 21 de octubre de 2012

2. El condón, la guillotina y el linchamiento



Era mediados del siglo XVII cuando un tal Condom, médico de Carlos II de Inglaterra, fue requerido por éste para que le proporcionase algún artilugio con la sana intención de no seguir llenando de hijos bastardos la ciudad de Londres. El resultado fue un invento eficaz y bastante satisfactorio: el preservativo o profiláctico, internacionalmente conocido por condón. Dicen que al pobre doctor le sonaba a pitorreo el que, una vez difundido y empleado su acoplable invento, la gente utilizase su nombre para referirse al dichoso globito. Según cuentan, tuvo que cambiar de apellido.
Es uno de los casos en que el nombre de una persona tiene el honor de convertirse en nombre común y entrar así en los diccionarios. El que la mayoría de estos vocablos nos venga del extranjero es debido sin duda a nuestra arraigada resignación a que inventen ellos.
Conocido es el origen de la palabra guillotina, esa máquina para decapitar con rapidez y limpieza. Generalmente se cree que fue inventada por un tal José Ignacio Guillotin, fráncés, medico y exjesuita. Hay quien dice que Guillotin no fue el inventor del aparato sino que, como se estaba en plena Revolución Francesa y había que agilizar los trámites para evitar listas de espera a los condenados, recomendó el uso de la guillotina que ya era empleada en Francia desde tiempo inmemorial. Tampoco es verdad que él mismo muriera guillotinado: falleció de enfermedad natural en París, el 26 de mayo de 1814, a los sesenta y seis años de edad.
Según el diccionario de la RAE, linchar es 'ejecutar sin proceso y tumultuariamente a un sospechoso o a un reo'. Y añade que este verbo deriva del nombre Charles Linch, juez de Virginia en el siglo XVIII. María Moliner afirma también que esta palabra nació en los Estados Unidos pero que el magistrado Linch ejercía en Carolina del Sur donde estableció un procedimiento sumarísimo por el cual la multitud podía apoderarse de un criminal, juzgarle, condenarle y ejecutarle en el acto. Para Corominas el promotor del linchamiento habría sido un hacendado de Virginia quien instituyó tribunales privados para juzgar sumariamente a criminales flagrantes. Sea como fuere, había nacido la Ley de Lynch, drástica solución para evitar atascos en los tribunales y tediosos juicios.
Y es que la capacidad de inventiva de los extranjeros no tiene límites. Y si no que se lo digan a los franceses: un tal Poubelle, prefecto del departamento del Sena en la segunda mitad del siglo pasado, hizo obligatorio el empleo de cajones para la basura, y desde entonces estos recipientes domésticos se han llamado en francés poubelle. Nosotros, por el contrario, tenemos que seguir utilizando una larga perífrasi: cubo de la basura. Y todo ello por una simple falta de iniciativa.

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