domingo, 30 de septiembre de 2012

1. Idiotas, imbéciles y cretinos

1. Idiotas, imbéciles y cretinos

Todas las lenguas, y la nuestra no es una excepción, poseen un rico y vivo repertorio de palabras listas para ser utilizadas como vituperio y ataque verbal contra el primer prójimo que se nos ponga delante. La maledicencia echa mano del rico repertorio de descalificativos existentes y, si con el tiempo alguno pierde su poder denigratorio, se inventa otro nuevo y santas pascuas.
Lo que más llama la atención, en esta costumbre tan nuestra de atacar al otro con palabras hirientes por un simple quítame allá esas pajas, es que originalmente muchos de esos términos descalificativos fueron palabras inocuas, sin valores negativos. Es decir, hay palabras a las que el tiempo les ha jugado una mala pasada pues, nacidas con un significado digno, nada peyorativo, han sufrido una evolución semántica que les ha llevado a adquirir significados muy distintos de los que originariamente tuvieron.
Idiota, según el diccionario, es la persona tonta, engreída, de corto entendimiento. De la misma raíz que idioma, en griego significaba 'propio', 'peculiar'. Así pues, idiota era el hombre privado o particular, que vivía retirado, en oposición al que llevaba una vida pública o se dedicaba a la política.
En la palabra imbécil hay un traslado de significado desde la debilidad física a la mental. Imbécil, etimológicamente es sin (in) apoyo (baculus). Más adelante el báculo adquirió el significado de poder: el obispo lleva un báculo, el alcalde porta una vara, y hasta el patriarca de los gitanos muestra una alcayata como símbolo de autoridad. Ya en latín inbecillis significaba sin apoyo, sin valedor que lo defendiera. Sería a partir del XVIII cuando en francés, de donde lo hemos tomado, imbécil fue aplicado al tonto, al débil mental.
También del francés nos ha llegado el descalificativo cretino; nuestros vecinos del norte, a su vez, lo habían tomado de un dialecto de la Suiza gala donde cretin es la forma local de la palabra francesa chrétien 'cristiano'. Como eufemismo compasivo (semejante a la expresión castellana ¡Angelito!) se aplicaba a los que padecían la enfermedad caracterizada por retraso mental y defectos en el desarrollo físico, que terminó por llamarse cretinismo.
Y acabo con otra: ladino. Además de astuto, sagaz, el significado más corriente es el de taimado, mal intencionado, que engaña. Pues bien, es la forma castellana derivada de latinus, pues latina era también la forma de nombrar a la lengua romance o castellana en oposición a la arábiga. Cuando un moro era ladino, es decir, hablaba el castellano, podía desenvolverse mejor en tierras de cristianos como sabedor de las dos lenguas. Se desconfiaba de él por moro y por ladino.