martes, 4 de diciembre de 2012

11. La cosa pública

Está más que demostrado que en los países mangoneados por un dictador no existe una verdadera vida política. Los 'representantes' del pueblo, si quieren mantenerse en su puesto, no deben hacer otra cosa que oír, callar y, a lo sumo, tomar nota cuando el jefe habla, como quien hace un dictado, que de ahí debe de venir la palabra dictador. Pero en los regímenes democráticos y parlamentarios lo suyo es hablar, o más propiamente parlar, que para eso se reúnen en el parlamento. Pues bien, el verbo parlar, de donde viene parlamento, es definido por el diccionario como 'hablar mucho y sin sustancia'; también 'revelar y decir lo que se debe callar o lo que no hay necesidad de que se sepa', aunque esta segunda acepción está fuera de lugar ya que más bien parece tarea de periodistas. En resumidas cuentas, para ser buen político hay que tener mucha labia y, si no se quieren enfrentamientos, evitar decir dislates o disparates, dos palabras que tienen un mismo origen bélico: disparate viene de disparar, y dislate procede del antiguo deslatar 'disparar un arma', a partir de lata 'palo, viga', tomado en el sentido de 'cureña de la ballesta'. Queda bastante claro en ambos casos, que de la acepción 'poner en movimiento un arma de lanzamiento' se pasó a significar 'decir cosas detonantes, hacer actos violentos o desatentados'.
Prueba de que hablando se entiende la gente es que muchos políticos son abogados, del latín advocatus 'llamado', porque era el hombre entendido en leyes al que llamaban los romanos para pedirle consejo aclaratorio cuando había un pleito. En la antigua Roma -como ahora- si alguien estaba en apuros lo que hacía era gritar, del verbo quiritare en el sentido de 'pedir socorro a los ciudadanos o Quirites'.
Para lograr éxito, el político ha de tener ambición. Este deseo ardiente de conseguir poder, riquezas, dignidades o fama viene de ambire 'dar vueltas' y alude a que los candidatos de la antigua Roma que aspiraban a cargos públicos, iban de acá para allá solicitando, por cualquier medio y con todo tipo de promesas, recomendaciones y apoyo para obtener un cargo. Además, los candidatos eran fácilmente reconocibles ya que la persona que pretendía alguna dignidad, honor o cargo, en latín era llamado candidatus, de candidus 'blanco', por la toga blanca que vestían. Así, de blanco, se paseaban por las calles y plazas para que sus conciudadanos los conocieran personalmente y los pudieran elegir. Posiblemente se escogió el color blanco como símbolo externo de honradez e integridad moral.
Tal como están las cosas es una lástima que los políticos no sigan llevando una vestimenta que los identifique, como hacen los bomberos, las monjas o el cobrador del frac. Así , al menos, se les podría ver venir.

10. Del tejido al texto

La invención de la escritura es un logro reciente si tenemos en cuenta que la aparición del hombre tuvo lugar hace aproximadamente un millón de años. Durante todo este dilatado y oscuro período nuestros antepasados fueron adquiriendo la capacidad del lenguaje en un proceso lento y paralelo al desarrollo de su capacidad mental. La comunicación entre ellos era exclusivamente oral y ágrafa ya que carecían de un sistema de signos escritos que les permitiese fijar mensajes capaces de trascender el momento fugaz de la comunicación por la palabra. Las pinturas rupestres, cargadas o no de simbología mágico-religiosa, serían un precedente remoto en el intento de representar gráficamente una cosa, una idea o una acción. En el jeroglífico, con la mezcla de imagen y de símbolo, ya se atisba un acercamiento a la escritura alfabética, cuyo hallazgo y posterior difusión se cree que fue obra de un pueblo mediterráneo dedicado al comercio y al intercambio: los fenicios. La aparición de los primeros textos escritos, hace apenas tres milenios, marca el paso de la prehistoria a la historia.
Para dar nombre a esta nueva actividad humana, el acto de escribir, se va a tomar prestado un léxico preexistente que era usado en un antiquísimo quehacer del hombre -o más bien, de la mujer- como es la labor de tejer. Etimológicamente la palabra texto proviene de textum cuyo significado primitivo era el de 'tejido'. La adopción de la terminología usada en la confección de tejidos, y su adaptación para significar el acto de escribir y el producto de esa escritura, no fue ni gratuita ni arbitraria ya que entre ambas actividades existen paralelismos que saltan a la vista. La postura y los movimientos del que teje y del que escribe son similares: sentados ante una mesa o delante de un telar, utilizan las manos como instrumentos para hacer una labor en la que organizan elementos siguiendo coordenadas verticales y horizontales. Lo primordial (primus ordire) es urdir (urdire), es decir, realizar la labor previa que consiste en 'preparar los hilos de la urdidera para ponerlos en el telar'.
Tras esta tarea viene el exordio (de exordiri 'empezar a urdir una tela'). En el lenguaje, exordio es el 'principio, introducción, preámbulo de una obra literaria o de un discurso'. Una vez preparada la urdimbre 'conjunto de hilos verticales paralelos unos a otros', se pasa a tramar 'pasar los hilos horizontalmente en el sentido ancho de la tela'. El resultado es la trama. También, el que escribe organiza previa y mentalmente sus ideas o trama 'argumento de una obra'.
A continuación, ambos -escritor y tejedor- comienzan su trabajo que, en un recorrido horizontal de izquierda a derecha o de derecha a izquierda, seguirá siempre una línea (del latín linea 'hilo de lino'). Tanto la escritura como la textura mantienen un orden (ordo, 'hebra de hilos en el telar'). El tejedor-escritor puede utilizar un pretexto (de pretexere 'poner delante otro tejido o un dibujo; utilizar un modelo'). El verbo disertar 'razonar coordinadamente, exponer con claridad', es una formación culta a partir del verbo latino serere cuyo sentido primero era el de 'entretejer, encadenar'.
Estos operarios ven a veces deslucido su trabajo por un borrón y su obra resultará borrosa; borra son los desechos de la lana. Estos trozos inservibles de lana grosera podrán servir al escribiente para secar la tinta y también para borrar. Había que procurar, pues, un texto-tejido sin marras y sin tachones.