De la persona que se dedica a llevar y traer chismes
de un lado para otro se dice que es un correveidile.
Es palabra compuesta, y la composición uno de los mecanismos, si bien no el más
productivo, de los que nuestra lengua se sirve para crear nuevos vocablos.
Fundiéndose nombres, verbos, adjetivos y partículas, se han conformado como una
sola palabra enunciados del tipo correcalles,
vaivén, rascacielos, saltamontes,
sacacorchos, guardabarros, parabrisas,
andarríos, ciempiés o catalejo.
En la lengua española tenemos un reducido número de
voces formadas a partir de una frase u oración dicha por alguien y que con el
tiempo se condensó adquiriendo así el valor de una sola palabra. Aunque algunas
de estas etimologías puedan ser discutibles, sin embargo tienen su interés
cultural pues nos remiten a curiosas historias. Por ejemplo: el abrojo es una planta de la familia de
las cigofiláceas, de tallos largos y rastreros, hojas compuestas y fruto casi
esférico y armado de muchas y fuertes púas. Es decir, un cardo. Abrojo es la traducción castellana de la
expresiva orden latina aperi oculum
¡abre el ojo! Esta frase era una advertencia al caminante o al segador para que
se guardara de esta planta pinchosa. Una forma más cercana a la etimología, abreojos, se emplea aún en Álava.
Más moderna es la palabra detente, imperativo del
verbo detener. Es llamado así un
recorte de tela con la imagen del Corazón de Jesús en el que aparece la
leyenda: "Detente, bala".
Se usó como rudimentario chaleco antibalas en las guerras españolas de los
siglos XIX y XX, prendido en la ropa sobre el pecho y bordado, qué duda cabe,
por la novia o la madre del mozo. De cantimplora
dice el diccionario que es una vasija para enfriar el agua; frasco revestido
para llevar bebida. Y añaden los etimologistas: tomado del catalán antiguo cantiplora, y éste compuesto de canta i plora "canta y llora",
por el ruido que hace la cantimplora
al gotear, o bien porque el receptor mantiene la boca abierta como un cantante
mientras el frasco desprende líquido, es decir, lágrimas. 0, dicho con otras
palabras: cuando uno llora, el otro canta. Lo curioso es que en francés se dice
lo mismo: chantepleure.
También en desuso ha caído la costumbre que tenían
las mujeres de colgarse, no sabemos con qué intención, el siguemepollo del que el diccionario dice que es una cinta que como
adorno llevaban las mujeres, dejándola pendiente a la espalda.
Pobres y mendigos los ha habido siempre; pordioseros, van quedando pocos. Y no es
porque haya mejorado el nivel de vida de los sintecho o marginados, como ahora
se dice, con el próspero negocio de la venta de kleenex, sino porque los que solicitan una limosna al viandante ya
no acostumbran a pedirla por Dios, de
donde se ha formado el término pordiosero.
Ahora, extienden la mano, enseñan una receta caducada y que sea lo que Dios quiera.
Y es que la tradición de invocar a Dios (sin duda, por influjo árabe) en el
saludo, en la despedida o en cualquier circunstancia, ha desaparecido. Ya se
oye poco lo de vaya usted con Dios, Dios os guarde, quedad con Dios o si Dios
quiere. Persiste, no obstante, en nuestra lengua una invocación divina en
árabe literal; es el precioso ojalá,
forma castellanizada de la expresión árabe wa-sa
Alláh, que significa "y quiera Dios".