miércoles, 26 de noviembre de 2014

17. De dichos

De la persona que se dedica a llevar y traer chismes de un lado para otro se dice que es un correveidile. Es palabra compuesta, y la composición uno de los mecanismos, si bien no el más productivo, de los que nuestra lengua se sirve para crear nuevos vocablos. Fundiéndose nombres, verbos, adjetivos y partículas, se han conformado como una sola palabra enunciados del tipo correcalles, vaivén, rascacielos, saltamontes, sacacorchos, guardabarros, parabrisas, andarríos, ciempiés o catalejo.
En la lengua española tenemos un reducido número de voces formadas a partir de una frase u oración dicha por alguien y que con el tiempo se condensó adquiriendo así el valor de una sola palabra. Aunque algunas de estas etimologías puedan ser discutibles, sin embargo tienen su interés cultural pues nos remiten a curiosas historias. Por ejemplo: el abrojo es una planta de la familia de las cigofiláceas, de tallos largos y rastreros, hojas compuestas y fruto casi esférico y armado de muchas y fuertes púas. Es decir, un cardo. Abrojo es la traducción castellana de la expresiva orden latina aperi oculum ¡abre el ojo! Esta frase era una advertencia al caminante o al segador para que se guardara de esta planta pinchosa. Una forma más cercana a la etimología, abreojos, se emplea aún en Álava.
Más moderna es la palabra detente,  imperativo del verbo detener. Es llamado así un recorte de tela con la imagen del Corazón de Jesús en el que aparece la leyenda: "Detente, bala". Se usó como rudimentario chaleco antibalas en las guerras españolas de los siglos XIX y XX, prendido en la ropa sobre el pecho y bordado, qué duda cabe, por la novia o la madre del mozo. De cantimplora dice el diccionario que es una vasija para enfriar el agua; frasco revestido para llevar bebida. Y añaden los etimologistas: tomado del catalán antiguo cantiplora, y éste compuesto de canta i plora "canta y llora", por el ruido que hace la cantimplora al gotear, o bien porque el receptor mantiene la boca abierta como un cantante mientras el frasco desprende líquido, es decir, lágrimas. 0, dicho con otras palabras: cuando uno llora, el otro canta. Lo curioso es que en francés se dice lo mismo: chantepleure.
También en desuso ha caído la costumbre que tenían las mujeres de colgarse, no sabemos con qué intención, el siguemepollo del que el diccionario dice que es una cinta que como adorno llevaban las mujeres, dejándola pendiente a la espalda.

Pobres y mendigos los ha habido siempre; pordioseros, van quedando pocos. Y no es porque haya mejorado el nivel de vida de los sintecho o marginados, como ahora se dice, con el próspero negocio de la venta de kleenex, sino porque los que solicitan una limosna al viandante ya no acostumbran a pedirla por Dios, de donde se ha formado el término pordiosero. Ahora, extienden la mano, enseñan una receta caducada y que sea lo que Dios quiera. Y es que la tradición de invocar a Dios (sin duda, por influjo árabe) en el saludo, en la despedida o en cualquier circunstancia, ha desaparecido. Ya se oye poco lo de vaya usted con Dios,  Dios os guarde, quedad con Dios o si Dios quiere. Persiste, no obstante, en nuestra lengua una invocación divina en árabe literal; es el precioso ojalá, forma castellanizada de la expresión árabe wa-sa Alláh, que significa "y quiera Dios".