En este siglo de las siglas, como decía Dámaso
Alonso, son plaga las palabras que se han creado a partir de las iniciales de
complejas denominaciones en aras de la rapidez y de la síntesis que los tiempos
modernos exigen. Las hay para todos los gustos y nacen como setas en el
prolífico lenguaje científico, técnico y administrativo: radar, sida, Renfe, ovni, Otan... Las usamos
sin saber a veces su significado exacto, como el de aquel rimbombante y de las J.O.N.S. que seguía a la por
entonces impertérrita Falange Española.
El caso es que estos acrónimos han invadido la
lengua, funcionan como nombres y hasta admiten derivaciones para convertirse en
adjetivos; por poner un ejemplo, los de UGT son ugetistas. Entre las más antiguas y significativas lexicalizaciones
de palabras formadas por este procedimiento, destaca inri, que resulta de leer como una palabra las iniciales de Iesus Nazarenus Rex Iudeorum (Jesús
nazareno rey de los judíos), rótulo que los soldados romanos (en nombre del
S.P.Q.R.) colocaron en griego, latín y hebreo sobre el madero de la cruz. Pero
lo que en principio no fue más que una etiqueta identificativa, ha adquirido
con el tiempo el significado de 'escarnio', y se usa con este sentido en la
expresión para más inri.
Digan lo que digan, el color marca diferencias. Sin
ir más lejos, ahí están los nobles; todos viven convencidos de que su sangre es
azul, no contaminada, como corresponde a verdaderos purasangres. Así, cuando a
los colegios ingleses reservados para la élite (léase nobleza) del país
llegaban hijos de burgueses adinerados, para distinguirlos de los alumnos que
tenían pedigrí nobiliario acreditado, se les ponía junto al nombre la notita de
snob. Era una abreviatura que los
rectores de tales colegios colocaban, ignominiosamente, al lado del nombre del
rico pero innoble colegial: s.nob, es
decir, sine nobilitate, 'sin
nobleza'. En la actualidad, y una vez castellanizado en esnob, se usa como descalificativo para referirnos a toda persona
que imita las maneras, opiniones, etc. de aquellos a quienes considera
distinguidos.
La palabra guiri,
que ahora empleamos para referirnos a cualquier que tenga cara de extranjero,
originariamente se aplicaba a los liberales, adversarios de los carlistas. El
diccionario dice que también significa soldado, guardia civil. Pues bien, esta
palabra parece ser abreviación del vasco giristino,
que a su vez es alteración del castellano cristino,
o sea, partidario de la Reina Cristina. Iribarren, que de esto sabe un rato,
dice que puede haberse formado a partir de las iniciales G.R.I. que llevaban en el gorro los soldados isabelinos del
batallón Guardia Real de Infantería.
Por influencia del latín escrito y de las frecuentes
abreviaturas en él empleadas, se han formado algunas variantes en los nombres
de persona. Así, el hipocorístico y familiar Pepe, usado en vez de José, procede en realidad de P.P.,
abreviatura de la aclaración Pater
Putativus 'tenido por padre' que se aplicaba a san José, esposo de la
Virgen María pero no por eso padre de Jesús. Algo semejante sucede con
Francisco, escrito en latín Phrancisco
(pues ph sonaba como f), que se escribía en abreviatura como P.co, de donde viene nuestro Paco.