En la lengua no todo son palabras. En el proceso de
la comunicación empleamos segmentos complejos, constituidos por una secuencia
de palabras repetida de forma fija que
engloba una idea. Estas expresiones reciben diversos nombres: frases hechas,
giros, locuciones, modismos, fórmulas fraseológicas... Su significado final no
es resultado de la suma de los significados de las palabras que lo componen. He
aquí algunos ejemplos: dar la lata, de higos a brevas, de pe a pa, a troche y moche,
caérsele a uno la cara de vergüenza, de buenas a primeras, meter la pata, tomar el pelo, por un tubo,
tener la mosca detrás de la oreja, ser más chulo que un ocho, pasarse de castaño oscuro, y muchas más
del mismo estilo. A veces, su traducción a otras lenguas es imposible; por eso
se llaman también idiomatismos, es decir, propios de una lengua y reflejo de la
idiosincrasia y cultura del pueblo que los ha creado.
No podemos negar que en España, y en otros países
influidos por la cultura española, la lidia del toro es una manifestación
social, artística y festiva que ha calado profundamente en nuestra identidad
cultural y se ha reflejado en la lengua, sobre todo en el nivel coloquial donde
encontramos un buen número de palabras y expresiones nacidas al socaire del
mundillo del toro y de los toreros. El hecho de que cada dos por tres
utilicemos estos símiles taurinos se debe, sin duda, a que para nosotros estos
modismos son más expresivos que cualquier otro término de los que la lengua
castellana dispone.
Así, cuando nos enfrentamos a una dificultad siempre
agradeceremos que alguien nos eche un
capote o que procure estar al quite.
Si un día, por lo que sea, hemos trabajado más de la cuenta, al llegar a casa
le diremos a la familia que estamos para
el arrastre, porque una cosa es dar la cara y otra muy distinta ver los toros desde la barrera, aunque
siempre habrá algún compañero al que todo le importe un cuerno y se ponga el mundo por montera.
Está demostrado que para salir airoso de un mal
trance, y si se tiene vergüenza torera,
lo mejor es coger el toro por los cuernos,
brindar la faena y hacer las cosas
sin miedo, mirando al tendido. Si nos
sale una faena redonda hasta podremos
salir a hombros y, si se tercia, nos sacarán por la puerta grande. Pero no
todo el mundo tiene buenas intenciones ni
entra por derecho, porque hay cabestros
que son peores que un miura; no dan
la cara, prefieren torearnos o irse
dando una larga cambiada y, para redondear la faena, nos dan un sablazo para meterla hasta la bola. Más de uno puede pinchar en hueso si quiere saltarse
a la torera sus obligaciones.
Pero cambiemos
de tercio y demos puntilla al
asunto antes de que algún presidente listillo nos dé un aviso y lo mande todo de
vuelta a los corrales. Lo que interesa en algunos casos es limitarse a capear el temporal porque, si uno ve que
no puede, lo mejor es cortarse la coleta
y darle la alternativa a otro antes
de que nos echen los mansos. Hay por
ahí mucho espontáneo pidiendo una oportunidad o pensando en echarse al ruedo, porque más cornadas da el hambre y cualquiera
es bueno para meterte un puyazo. Pero
una cosa es el toreo de salón y otra
muy distinta arrimarse al toro y verle los cuernos a la muerte. Y como
uno está ya muy toreado, lo mejor es coger el olivo y hablar de las cosas a toro pasado, o como hacen muchos que
se las dan de maestros: limitarse a una faena
de aliño antes de que los pille el
toro.