Cuando se inventó el automóvil, hace apenas cien
años, hubo que darles nombre a cada una de las partes que lo componen. Términos
propios de los antiguos carros y diligencias pasaron sin problemas al nuevo
vehículo (rueda, eje, llanta, freno); muchos vinieron del francés (chófer,
garaje, embrague, capot); y ahora, del inglés (air-bag). Algunas partes fueron
bautizadas con palabras compuestas (parabrisas, guardabarros, parachoques),
aunque también se aprovecharon viejas denominaciones (faro, bujía, cámara).
De los antiguos vehículos de tracción animal, sólo
nos han quedado algunos nombres. Así en Madrid fue famoso un modelo llamado simón, coche de alquiler cuyo
propietario era un tal don Simón. El landó
era un carruaje de cuatro ruedas que podía ir descubierto o cubierto mediante
una capota; el nombre deriva de Landau, ciudad francesa donde este coche
comenzó a fabricarse. La berlina debe
su nombre a la ciudad de Berlín, donde ese tipo de coche de caballos se puso de moda hacia 1670, y la limusina, por la región francesa de
Limousin.
En cuanto al nombre coche, no se sabe bien si procede del húngaro o del checo; suele
admitirse que proviene de kocsi
(pronunciado cochi), nombre de la población húngara Kocs, donde había un cambio
de coches en la línea Viena-Budapest. El conductor del automóvil es el chófer; así se llamó en Francia al
fogonero de locomotora, del verbo chauffer
'calentar'.
Ómnibus es el dativo del plural del latín omnis
'todo', de tal manera que omnibus es
literalmente 'para todos'. Así se llamó el vehículo de gran capacidad que
servía para transportar personas, generalmente dentro de las poblaciones, por
precio módico. Se ha abreviado en bus.
Haiga fue el nombre que se daba a los coches grandes, lujosos y,
generalmente, americanos que en escaso número circulaban por las ciudades
españolas. María Moliner en su diccionario hace de esta palabra la siguiente glosa: "Se dice que
el nombre haiga procede de que, al
final de la guerra civil, las únicas personas que podían permitirse tales
coches eran los nuevos ricos, personas toscas e ignorantes como las que dicen haiga por haya". Según me han contado, fue un torero quien al ir comprar
un coche lo pidió grande, lujoso y único, "de los que no haiga".
Para que un coche se desplace se necesitan ruedas,
también llamados neumáticos. Pero, ¿qué nombre pueden tener los pliegues de la
piel que afean el vientre y la cintura de las personas obesas? El diccionario
recoge rosca, definida como 'carnosidad que rebosa a las personas gruesas
alrededor del cuello, las muñecas y las piernas. Se usa especialmente tratando
de niños'. Lo cierto es que llegada cierta edad, al hombre y a la mujer se le
desmadra el panículo adiposo; ya no se tienen roscas sino michelines,
curioso nombre inspirado en el muñeco formado por ruedas de caucho y que
anuncia en carreteras y estaciones de servicio la famosa marca italiana de
neumáticos Michelín.