lunes, 8 de mayo de 2017

29. El rumbo y la rumba

Para desplazarse de un lugar a otro sin perderse, el hombre siempre ha buscado un punto de referencia, un lugar u objeto fijo y visible por el que orientarse. No cabe duda de que el más universal punto de referencia ha sido el sol, pues cada mañana sale por un lado del horizonte y, al atardecer, se oculta por el opuesto. Y como los antiguos se orientaban mirando en dirección al lugar por donde el sol sale, al punto que queda a la izquierda lo llamaron Norte, voz que tiene la raíz indoeuropea ner- que significa 'izquierda'; el punto opuesto es el Sur, cuyo significado primero es el de 'lado del sol'.
Todo esto se entenderá mejor si tenemos en cuenta que partimos de una terminología nacida en Europa, en el hemisferio norte, desde donde vemos cómo el astro rey recorre un camino más cercano al horizonte meridional. Los otros dos puntos cardinales también son descriptivos: este, oriente (el que sale) y oeste, occidente (el que cae).
Mientras que los viajeros por tierra podían tener como puntos de orientación los accidentes del terreno, los ríos, etc., las embarcaciones que navegaban por mar abierta, antes de la invención de la brújula, sólo podían orientarse por los astros: de día el Sol y de noche la Estrella Polar, que siempre señala el Norte. La Osa Menor, en la que está la Estrella Polar, es una constelación formada por siete estrellas a las que los antiguos llamaban septentriones 'los siete bueyes', de donde viene precisamente septentrión o Norte.
El descubrimiento de la brújula, cuya aguja imantada siempre marca el Polo Norte, hizo posible que los pilotos, fuera de día o de noche, con el cielo cubierto o despejado, pudieran mantener el rumbo. La historia de la palabra rumbo es bastante curiosa. Su forma primera fue rombo, ya que proviene del latín rhombus, 'rombo', porque esa es la figura de cada uno de los 32 espacios en que se dividió la rosa de los vientos y en que se considera dividido el horizonte. En la consolidación del término rombo influyó la creencia popular que lo considera signo mágico por ser una figura frecuente entre los astrólogos, magos, brujos y adivinos. Además, como el piloto también se orientaba tomando la altura de los astros, se creyó que actuaban por astrología y arte mágica. El cambio de rombo por rumbo se debió al contagio fonético de esta palabra con otra voz de la jerga marinera, rumo, que significa 'sitio en un navío'. Las acepciones modernas de rumbo y rumboso con el valor de 'pompa, ostentación', y de la rumba 'baile provocante', proceden también de rombo como signo mágico, en sentido propio de 'embrujo, encanto'.

La palabra brújula merece también algunos comentarios. El nombre de este instrumento que revolucionó la navegación procede del italiano bussola 'cajita' y debió dar en castellano bújola. Pero ¿a qué se deben los cambios que la ha transformado en brújula? Aunque hay razones que apoyan la hipótesis de que el cambió se debió a razones fonéticas, no me resisto a sugerir que, tal como pasó con el rombo de los astrólogos y adivinos, la brújula y la palabra se dejaron arrastrar por el misterio y la magia que envolvían a la extraña aguja que se empeñaba en marcar siempre un mismo punto por lo que terminó asimilándose a la palabra vecina bruja. Es más, en castellano tenemos el verbo brujulear, 'tratar de adivinar las cartas en el juego de los naipes', que incide en la misma idea y creencia.