A partir del momento en el que El de Arriba largó a
nuestros primeros padres aquella terrible reprimenda que concluía: "... y
ganarás el pan con el sudor de tu frente", se acabó lo que se daba. Parece
ser que estas palabras se las dirigió a Adán en exclusiva, porque si no hubiera
dicho 'ganaréis'. El caso es que el hombre ha asumido desde el principio de los
tiempos que el trabajar es un
castigo. Así lo atestigua la ciencia etimológica: lo que ahora es ocuparse en
cualquier ejercicio, remunerado o no,
proviene del latín tripalliare,
'torturar', de tripalium, especie de
cepo o instrumento de tortura, compuesto latino de tres y palus, por los
tres maderos que formaban el dichoso artilugio. De la idea de sufrir se pasó al
significado de esforzarse y luego al de trabajar. En castellano antiguo, y aun
hoy en día, el término trabajo
conserva el sentido de sufrimiento, dolor, pena.
Abundando en la idea del trabajo como castigo, hay
una expresión castellana que es sinónima de trabajar: doblar el espinazo. Pues aunque digan que el trabajo es salud, la
mayoría lo entiende como un suplicio,
palabra ésta que proviene del latín sub
plicare, suplicar, doblarse hacia
abajo, como hacían los suplicantes que
imploraban arrodillados para que los dioses se apaciguasen.
Puestas así las cosas y excluido del chollo
paradisiaco, el hombre no tuvo más remedio que echarse al campo a cazar, a
pescar o a lo que se terciase. En aquellos tiempos tan alejados del
capitalismo, lo más que se podía hacer en plan de negocio era practicar el
trueque. Pero no tardaron en aparecer los listos de turno que darían un paso de
gigante en el proceso de la civilización: conseguir su pan con el sudor de las
frentes ajenas; se había descubierto la esclavitud, y para recabar esclavos se
inventaron las guerras. El término esclavo
está tomado directamente del griego bizantino sklabos 'eslavo' y después 'esclavo', pues muchos de esta región
fueron víctima de la trata esclavista en el Oriente medieval. En tiempo de paz,
si alguien le robaba los esclavos al vecino era acusado de plagio, del latín plagium
'apropiación de esclavos ajenos'. Posteriormente, plagio sería la copia descarada de lo que otro ha escrito.
El método más contundente para conseguir mano de
obra barata era el conflicto bélico; pero uno de los inconvenientes de las
guerras es que a los soldados hay que darles una paga, pues ya se sabe que no
hay peor cosa que una hueste descontenta y levantisca. Por aquellos tiempos, la
paga a los soldados no se hacía en especies sino en dinero contante y sonante,
es decir, en solidus, cierta moneda
de oro, propiamente 'moneda sólida', a diferencia de las demás; algo así como
el duro de nuestros abuelos. Así pues, la soldada
asignada a los soldados (y de ahí les
viene el nombre) era igual al valor de un sueldo.
La paga, estipendio o soldada también se llamó salarium, derivado de sal,
por la costumbre que tenían los romanos de pagar el sueldo de los soldados con
una asignación de sal o salario. Como pagas extraordinarias estaban los saqueos, llamados así por el saco que se llevaba para meter en él
cualquier cosa de valor que se pusiera a mano. Acabada la batalla, los romanos
anunciaban la venta del botín conseguido con una lanza (asta) clavada en el
suelo, sub asta 'debajo de una
lanza', de donde proviene el nombre subasta.