La capacidad de contar debió de aparecer en el hombre al mismo tiempo que desarrollaba su facultad del lenguaje oral, y como lo que se tiene más a mano para contar son los dedos, a esta circunstancia anatómica se debe el que la numeración más extendida en todos los pueblos sea la de base diez; por eso los números también se llaman dígitos, del latín digitus 'dedo'. Para enseñar a los niños a contar los maestros empleaban piedras o guijarros, que en latín reciben el nombre de calculus. De esta palabra derivan cálculo y calcular.
Posterior en el tiempo fue la invención de las cifras o guarismos, llamados así en honor del matemático árabe Abu Yafar Mohammed Abenmusa, alias Al-Koritmi (el de la ciudad de Corimia), cuyas traducciones introdujeron desde la India la aritmética en la Europa medieval. Como se sabe, los romanos desconocían el número cero y por lo tanto no lo empleaban en sus cálculos; tanto cero como cifra provienen del árabe sifr que significa 'vacío'.
Como curiosidad matemática diremos que el signo de la suma (+) se debe a los franceses y procede de la letra p, inicial de la palabra plus (más). Con el tiempo y por la rapidez de la escritura la p se simplificó hasta parecerse a una cruz. En cuanto al signo de la resta (-) procede del estiramiento de la m inicial de la palabra latina minus (menos). El símbolo de la raíz cuadrada trae su origen de una r deformada y aumentada, inicial de la palabra latina radix (raíz) que se colocaba delante del número. Sin detenernos en hablar de números mágicos, ni si hay números feos o bonitos a juicio del que mete a la lotería, destaquemos sólo los que son capicúas, es decir, que se leen igual de izquierda a derecha o de derecha a izquierda. La palabra capicúa procede del catalán cap-i-cua, literalmente 'cabeza y cola'.
En cuanto a las medidas de peso, las actuales responden al sistema métrico decimal (metro, litro, kilo) que se impuso en la mayoría de las naciones a mediados del XIX. Hasta entonces, las medidas de longitud, capacidad y peso diferían de un lugar a otro, en un batiburrillo de arrobas, varas, celemines, quintales y almuces que nos dejaron los árabes. Del lenguaje marinero procede la tonelada, equivalente a diez quintales, unos mil kilos. Tonelada y tonelaje son derivados de tonel, ya que la capacidad de carga de los buques se calculaba por el número de toneles que podían transportar.