La lengua, cuando necesita dar nombre a objetos
nuevos, acude con frecuencia al recurso de la metáfora. Así pues, para
interpretar el vocabulario hemos de utilizar continuamente esta perspectiva: lo
nuevo se nombra a imagen de lo viejo. Hasta no hace poco, la economía se basaba
en la agricultura y la ganadería, y los animales domésticos eran
imprescindibles como medio de trabajo y de sustento; quizás esta sea la razón
de que muchas palabras hayan nacido como imágenes zoomórficas. Basta con mirar
a nuestro alrededor para toparnos con objetos designados con palabras que
aluden a animales: el ojo de buey de
un edificio, la cola en la parada del
autobús o la mariposa del carburador.
La distinta y complementaria anatomía del macho y de
la hembra ha servido de imagen para designar a cada una de las dos piezas que
encajan la una en la otra en objetos como broches, corchetes o tornillos; en la
ferretería hemos de especificar si lo que deseamos es un enchufe macho o
hembra; y, si pedimos una hembrilla, se supone que disponemos de otra pieza que
la penetre. El carpintero ensamblará dos tablas mediante entrantes y salientes
que forman un inseparable machihembrado. A este propósito, y al hablar del
mundo de las significaciones, G. Rohlfs afirma: "para designar el
tornillo, el taladro y el cerrojo, encontramos con frecuencia en las lenguas
románicas expresiones que están en clara relación con los nombres del
cerdo". ¿Por qué el cerdo? No debemos olvidar que, en el mundo
mediterráneo cristiano, el cerdo ha sido pieza clave de la economía y de la
alimentación. La importancia que una realidad tiene en una sociedad es
proporcional al número de palabras distintas (cerdo, cochino, marrano, puerco,
verraco, gocho, guarro, gorrino, tocino) de que disponemos para nombrarla.
Siguiendo con la imágenes sexuales, en nuestra
lengua el nombre del cerdo aparece para designar objetos penetrantes; los de la
cerda, para los que son penetrados. Todo parece arrancar de la observación de
este animal doméstico y de la peculiar forma que tiene el miembro del gorrino
(en el habla coloquial, gurrina es
pene). La palabra barrena, proviene
del hispano-árabe barrina que a su
vez procede del latín veruina o
jabalina, con la misma raíz verres
'cerdo macho'. La forma original de tuerca
fue puerca, del latín porcus 'vulva'; el cambio p>t se produjo por influjo de la t-
del contrapuesto tornillo. El nombre antiguo puerca se explica por la imagen sexual del tornillo (falo) del
macho que penetra en la hendidura de la hembra o puerca (vulva). Por el mismo procedimiento, la tuerca del husillo
de prensar las uvas es la marrana y
el madero que encaja en una pieza hembra es el marrano.
El nombre cerrojo
que, como sabemos, es una 'barra cilíndrica de hierro que entrando en otra
pieza o en un agujero, cierra y ajusta la puerta o ventana', en los inicios del
castellano fue verrojo, pues proviene
del latín verruculum, diminutivo de verres 'verraco'. La imagen fálica de
este instrumento es evidente, y fue la etimología popular la que alteró la
forma original verrojo que, influida
por el verbo cerrar, se asimiló en cerrojo. Así, finalmente, se explica el
hecho de que el taladro eléctrico sea conocido en algunos lugares de
Andalucía con el expresivo nombre de guarrito.
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