martes, 4 de diciembre de 2012

10. Del tejido al texto

La invención de la escritura es un logro reciente si tenemos en cuenta que la aparición del hombre tuvo lugar hace aproximadamente un millón de años. Durante todo este dilatado y oscuro período nuestros antepasados fueron adquiriendo la capacidad del lenguaje en un proceso lento y paralelo al desarrollo de su capacidad mental. La comunicación entre ellos era exclusivamente oral y ágrafa ya que carecían de un sistema de signos escritos que les permitiese fijar mensajes capaces de trascender el momento fugaz de la comunicación por la palabra. Las pinturas rupestres, cargadas o no de simbología mágico-religiosa, serían un precedente remoto en el intento de representar gráficamente una cosa, una idea o una acción. En el jeroglífico, con la mezcla de imagen y de símbolo, ya se atisba un acercamiento a la escritura alfabética, cuyo hallazgo y posterior difusión se cree que fue obra de un pueblo mediterráneo dedicado al comercio y al intercambio: los fenicios. La aparición de los primeros textos escritos, hace apenas tres milenios, marca el paso de la prehistoria a la historia.
Para dar nombre a esta nueva actividad humana, el acto de escribir, se va a tomar prestado un léxico preexistente que era usado en un antiquísimo quehacer del hombre -o más bien, de la mujer- como es la labor de tejer. Etimológicamente la palabra texto proviene de textum cuyo significado primitivo era el de 'tejido'. La adopción de la terminología usada en la confección de tejidos, y su adaptación para significar el acto de escribir y el producto de esa escritura, no fue ni gratuita ni arbitraria ya que entre ambas actividades existen paralelismos que saltan a la vista. La postura y los movimientos del que teje y del que escribe son similares: sentados ante una mesa o delante de un telar, utilizan las manos como instrumentos para hacer una labor en la que organizan elementos siguiendo coordenadas verticales y horizontales. Lo primordial (primus ordire) es urdir (urdire), es decir, realizar la labor previa que consiste en 'preparar los hilos de la urdidera para ponerlos en el telar'.
Tras esta tarea viene el exordio (de exordiri 'empezar a urdir una tela'). En el lenguaje, exordio es el 'principio, introducción, preámbulo de una obra literaria o de un discurso'. Una vez preparada la urdimbre 'conjunto de hilos verticales paralelos unos a otros', se pasa a tramar 'pasar los hilos horizontalmente en el sentido ancho de la tela'. El resultado es la trama. También, el que escribe organiza previa y mentalmente sus ideas o trama 'argumento de una obra'.
A continuación, ambos -escritor y tejedor- comienzan su trabajo que, en un recorrido horizontal de izquierda a derecha o de derecha a izquierda, seguirá siempre una línea (del latín linea 'hilo de lino'). Tanto la escritura como la textura mantienen un orden (ordo, 'hebra de hilos en el telar'). El tejedor-escritor puede utilizar un pretexto (de pretexere 'poner delante otro tejido o un dibujo; utilizar un modelo'). El verbo disertar 'razonar coordinadamente, exponer con claridad', es una formación culta a partir del verbo latino serere cuyo sentido primero era el de 'entretejer, encadenar'.
Estos operarios ven a veces deslucido su trabajo por un borrón y su obra resultará borrosa; borra son los desechos de la lana. Estos trozos inservibles de lana grosera podrán servir al escribiente para secar la tinta y también para borrar. Había que procurar, pues, un texto-tejido sin marras y sin tachones.

No hay comentarios:

Publicar un comentario