miércoles, 6 de mayo de 2015

18. De la misa, la mitad.

Después de que el último Concilio impusiera el uso de las lenguas vernáculas en los oficios religiosos, y tras unos planes de estudio que borraron del mapa la enseñanza de las lenguas clásicas, el latín, más que una lengua muerta, es una lengua rematada. Habría que entonar entre todos un contrito mea culpa. Pero no parece pertinente volver a aquel sistema de enseñanza, que en la universidad duró hasta principios del XIX, en la que se impartían todas las materias en latín; ni tampoco resulta práctico el que los fieles asistan a misa sin entender ni jota de los latines que el presbítero musita en el altar. Como recuerdo de aquellos tiempos pasados, hablaremos aquí de cómo algunas palabras latinas, de tanto oírlas, pasaron directamente al castellano.
Un ejemplo de la influencia ejercida por el latín que se oía durante la celebración de la misa lo encontramos en la palabra lavabo. Su significado literal es 'yo lavaré', primera persona del singular del futuro imperfecto de indicativo del verbo latino lavare. Es el inicio del salmo (Lavabo manus meas, 'Lavaré mis manos') pronunciado por el sacerdote al lavarse las manos tras el ofertorio, de donde el vocablo pasó a designar la toalla con que el oficiante se seca las manos, el lugar donde la dejaba y, finalmente, un lavatorio cualquiera.
De la frase latina sursum corda 'arriba los corazones', dicha por el sacerdote en la misa,  se ha formado el nombre español sursuncorda con el que se alude, sin que sepamos exactamente el porqué, a un supuesto personaje de mucha importancia. Así se dice: No lo haré aunque me lo mande el sursuncorda.
Un caso de falso latinismo es la palabra busilis, cuyo significado es de 'punto en el que estriba la dificultad de una cosa'. Procede de la frase latina in diebus illis (en aquellos días, por aquel tiempo) con la que comenzaba el sacerdote la lectura del evangelio y que siempre continuaba: dixit Iesus discipulis suis. Pues bien, de aquellas palabras in diebus illis, mal entendidas y separando in die, algún ignorante se preguntó qué podía significar lo que quedaba, el bus illis.
El desconocimiento cada vez mayor del latín clásico y una buena dosis de burla cómica propiciaron la aparición de escritos en un pseudolatín, el macarrónico, un latín caricaturesco mezclado de romance. Los dos primeros autores de Macarroneas fueron el paduano Micheli degli Odasi y el mantuano Folengo. El término parece derivado de macarrón por comparación burlesca. De este falso latín, y para significar los escrúpulos y reparos o dichos ridículamente corteses, procede la expresión tiquismiquis, formada de tichi, michi (deformación de los dativos latinos tibi, mihi, 'para ti, para mí').
El nombre del oficio litúrgico oficiado por el sacerdote, misa, deriva de la fórmula final que el oficiante dice para dar por terminada la celebración: Ite, missa est, 'marchaos, esto es la despedida'; la misa no es otra cosa que la despedida Y cura es el nombre corriente del sacerdote encargado del cuidado, instrucción y adoctrinamiento espiritual de una feligresía. Procede del nombre latino cura, cuyo significado es 'preocupación, cuidado'.

Y terminamos con el amén, que sin ser latín, pues es palabra hebrea, todo el mundo lo entiende en su significado original de 'ciertamente' o 'así sea'. De tal manera que el decir amén a todo, es aceptar sin oposición lo que alguien dice o propone.

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