La idea de designar a las flores, plantas o frutas
con nombres de personas no es nueva. La palabra manzana, por ejemplo, viene del latín mala mattiana en memoria de un tal Caius Matius, tratadista de
agricultura que vivió en el s. I antes de J.C. Pero sería durante el XVIII, el
de las luces, cuando este modo de bautizar la flora se tuvo como práctica
corriente. Los naturalistas crearon jardines botánicos e importaron para su
aclimatación plantas desconocidas en Europa, procedentes de América y Asia. Al
clasificarlas, a muchas de ellas se les dieron nombres que hacían referencia a
amigos o a personajes destacados. He aquí algunos ejemplos.
Del francés nos han llegado bégonia, denominación creada por el botánico Plumier (+1706) en honor
de Bégon, intendente francés en Santo Domingo; buganvilla, de Bougainville, navegante galo que la trajo a Europa;
y hortensia, en honor de Hortensia,
esposa del célebre relojero de París Lepaute, a quien dedicó esta flor el
naturalista Commerson, que la importó de la China (s. XVIII).
Pero sería Linneo (+1778), el gran naturalista sueco
que puso orden y nombre a la flora mundial, el que inmortalizaría a algunos
personajes célebres utilizando sus nombres para bautizar plantas y flores. Así,
camelia procede del latín botánico camellia, creado por Linneo en memoria
del misionero Camelli, que la trajo de Insulindia a Europa; gardenia, en honor del naturalista
escocés Alexander Garden; magnolia,
para honrar la memoria de su colega
Magnol, botánico francés del s. XVII; y dalia,
del nombre del botánico sueco Dahl que hacia 1789 la trajo de Méjico a Europa.
En esto de poner nombre a una planta o a una fruta,
se han utilizado los más diversos procedimientos. Curioso es el nombre de la
famosa orquídea, llamada en griego orjidion, por los dos tubérculos
elipsoidales y simétricos semejantes al orjis
o testículo. El mismo étimo tiene orquitis
'inflamación, dolor, de los testículos'. Otras denominaciones son simples
topónimos lexicalizados como nombres: acelga,
del árabe silqa y éste del griego sikelos 'siciliano'; cereza, de la ciudad de Cerasus, en el Mar Negro, donde el general
romano Lúculo, que era de buen paladar, probó los frutos de un árbol y tan
buenos le parecieron que decidió llevárselos a Roma. Así penetró en Europa la cereza, con el nombre de la ciudad de
donde provenía.
Termino con una sugestiva historia, digna de la más
ingenua literatura hagiográfica, en la que se explica el origen del nombre de
la mejorana. Cuentan que, en un
caluroso atardecer de junio, buscaba la Virgen junto a su prima Ana alguna
hierba con que remediar un mal repentino que aquejaba a Zacarías. El fértil
suelo que rodeaba la ciudad de Nazaret, pródigo en esta época del año, hacía
difícil la elección. Santa Ana se inclinaba dudosa y trabajosamente hacia una
planta al tiempo que comentaba: "Esta yerba es buena, María". Pero,
antes de que su prima llegara a tocar la yerbabuena, María cortaba las pequeñas
flores que acaba de descubrir al tiempo que disuadía de su elección a su acompañante
con estas palabras: "No, esa no; ésta mejor,
Ana".
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