sábado, 3 de noviembre de 2012

4. El mal humor

Por nuestro cuerpo discurren unos líquidos, fluidos o humores que, además de garantizar la distribución del oxígeno, del alimento y de las sustancias imprescindibles para la vida, al parecer determinan los rasgos de nuestro carácter. Hipócrates consideraba los estados de salud y enfermedad como consecuencia del equilibrio o desequilibrio que los cuatro humores orgánicos (sangre, flema o linfa, bilis y atrabilis o bilis negra) mantienen entre sí. Según los antiguos galenos, en todo individuo predomina uno de estos líquidos lo que da lugar a los cuatro tipos fundamentales de temperamentos o humores: si la sangre, sanguíneo (feroz, vengativo); si la flema, flemático (tranquilo, impasible); si la bilis, colérico (propenso a la ira); si la atrabilis, atrabiliario (de genio violento y destemplado); no en vano la atrabilis es la bilis negra.
Aunque la psicología moderna proclame que el carácter de una persona no es una simple cuestión de fluidos, en la lengua seguimos utilizando la palabra humor (mal humor, buen humor) para referirnos a la forma de comportarse y de entender la vida. Un ejemplo: del alumno que no se somete a la disciplina decimos que es díscolo; etimológicamente significa 'mala bilis', del griego dis jolé. En fraseología, tener mala hiel equivale a mostrar instintos malvados.
Por Andalucía, del que tiene un carácter desabrido (esaborío) o trae mala suerte con su sola presencia, decimos que es un malage (mal ángel), si bien hay términos más expresivos como mala sombra o mala follá; no hay que explicar que en esta última expresión también interviene un fluido, al igual que en tener mala leche, construcción lingüística con la que se denosta a las personas de aviesas intenciones. Lo de mala o buena sombra no sé de dónde proviene; corre por ahí un cantar que dice: Anda y vete de mi vera, que tú tienes para mí sombra de higuera negra. En cuanto al descalificativo gilipolla sabemos que proviene de la voz gitana gilí, que en caló significa 'fría', de donde gilipolla literalmente es 'picha fría' o 'picha floja', que al fin y al cabo viene a ser lo mismo.
Del mal humor o del carácter violento viene la fea costumbre de pelear. El sentido primero de pelear hubo de ser 'agarrarse por los pelos'. Fueron los musulmanes los que pusieron de moda afeitarse la cabeza, no para evitar peleas sino como nuestra de sometimiento (islam) a Dios, aunque se dejaban crecer un mechón, a modo de larga y estrecha trenza, por el que -según decían y creían ellos- el Ángel del Señor pudiera asirles para llevarles al Paraíso de Alá. De ahí parece que viene la expresión salvarse por los pelos.

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